Estocolmo (Lozano)

La verdad sobre el síndrome de Estocolmo

17 abril 2013

Hasta el 23 de agosto de 1973, la plaza de Norrmalmstorg, situada en el centro de Estocolmo, era conocida por todos los suecos, independientemente de si habían visitado o no la capital, por ser la más cotizada en el juego del Monopoly. A partir de ese día, lo fue por motivos menos inocentes y muchísimo más desconcertantes.

Una buena parte de los habitantes de Estocolmo estaban de vacaciones aquel día y a los que ya se habían reincorporado a sus puestos de trabajo les quedaba el consuelo de que seguía luciendo el sol en las calles. El otoño se instala pronto en aquellas latitudes septentrionales y con él el frío y con el frío la reclusión y con la reclusión la nostalgia del sol. El Kreditbanken tenía su sede en un majestuoso edificio construido entre 1884 y 1886, que se levantaba en una esquina de la plaza, a tocar de un apacible parque. Los miembros de su junta directiva contaban con un motivo extra para estar contentos, ya que aquel año se cumplía el medio sigo de su fundación. Pero esa mañana en concreto, el ex convicto Jan-Erik “Janne” Olsson no entró precisamente en sus dependencias con una tarta de cumpleaños sino con armas y la intención de vaciar la caja fuerte. Fue en el interior de esta que encerró a cuatro personas, mientras negociaba con la policía las condiciones de su huida, a través de un amigo, Olofsson, ex convicto como él, que pasó a ejercer de negociador una vez se le dio permiso para acceder al banco, donde con cierto toque macabro eligió la canción Killing Me Sotfly para ir tarareándola mientras recorría sus pasillos. Dado que el Primer Ministro en persona, Olof Palme, participó en las conversaciones para resolver la crisis, a un latino no puede dejar de resultarle pintoresca la musicalidad de los nombres de los tres actores principales: Olsson, Olofsson, Olaf.

Primer golpe criminal en ser retransmitido en directo por la televisión sueca, su resolución no le hizo justicia a los focos: tras seis días atrincherados, el delincuente y su colega mediador se rindieron con un empujoncito en forma de gases lacrimógenos. Fue la rumorología posterior, que con el tiempo se demostró en su mayoría falsa, lo que otorgó categoría mítica a aquel incidente. Para la opinión pública, las víctimas en bloque habían respaldado la causa de sus secuestradores, llegando a establecer morbosos lazos emocionales e incluso amorosos. El caso se planteó en términos de una enfermiza seducción. El criminólogo Nils Bejerot acuñó la expresión “síndrome de Estocolmo” para poner orden y argumentar que lo que había ocurrido era la activación de una cierta simpatía, derivada no de los atributos de sus receptores, más allá de una probada respetuosidad que también jugo un papel destacado, sino de la negligencia policial, vista como una amenaza mayor para la integridad física de los retenidos que nada de lo que hicieran sus captores.

¿De dónde surgió el malentendido sobre los hechos del Kreditbanken, que derivó en una incorrecta ilustración de un fenómeno, entendido como el establecimiento de un vínculo muy fuerte entre víctima y verdugo con ecos de tabú? La intermediación telefónica de uno de los rehenes, Kristin Enmark, con Palmer, sumado al hecho de que ella y su familia confraternizaran con la del socio Olofsson una vez la corte de apelaciones lo dejó libre, hizo una parte. La otra fue que Olsson recibiera mucho correo de admiradoras en prisión, llegando a iniciar una relación sentimental con una de ellas. Lejos de orgías pues en la intimidad de esa cámara acorazada.

Pero si aquí se produce la ironía que los hechos que bautizaron al síndrome no se corresponden con la idea que la gente tiene de él, no quita que encontremos ejemplos muy comunes de él allá donde (paradoja dentro de paradoja) la mayoría no los detecta: en los hogares donde se produce violencia de género, en las academias militares o hermandades universitarias en las que se aplican crueles novatadas… Desde el punto de vista de la psicología freudiana, la conversión de aquel que te inflinge daño en objeto de comprensión supone un mecanismo de supervivencia que, a grosso modo, opera bajo la siguiente consigna, hecha a un tiempo de cálculo y engaño: “si dejo de verme como víctima y empatizo con las causa de mi enemigo, el trauma se bloquea y mis posibilidades tanto de rebajar mi sufrimiento como de sobrevivir se multiplican”. Según un estudio del FBI, el 27% de los rehenes desarrollan esta táctica de defensa del ego. Hasta la fecha, ninguno tan famoso como Patty Hearst, nieta del magnate William Randolph Hearst, alias Ciudadano Kane. Secuestrada el 4 de febrero de 1974, a los 19 años, por el Ejército Simbiótico de Liberación, grupo revolucionario de izquierdas, pasó en poco tiempo a atracar bancos con ellos bajo el nombre de Tania, lo que la llevó a ser condenada a 35 años de cárcel (de los que apenas cumplió 22 meses), sometida previamente a una inmisericorde evaluación psiquiátrica a cargo de Harry L. Kozol, por cuyo escrutinio clínico había pasado asimismo Albert DeSalvo, más conocido como “El Estrangulador de Boston”.

Si Patty acabó siendo una de las musas del director de cine John Waters, el Kreditbanken se fusionó y cambió de nombre, mientras que el hombre que lo puso en la historia criminal, Jan-Erik “Janne” Olsson no pudo resistirse a escribir su autobiografía bajo un título que jamás se les habría cruzado por la cabeza: El síndrome de Estocolmo. Tras su temporada entre rejas, empezó a cometer crímenes financieros (su socio Olofsson tampoco fue capaz de soportar una vida dentro de la legalidad), inconsciente de que en el año 20009 el síndrome de marras comenzaría a aplicarse a aquellos gobiernos secuestrados por las entidades financieras que se encargan de refinanciar su deuda pública.

 

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