Por Antonio Lozano
Meditaba sobre escribir un post centrado en un autor o un título muy negros cuando, al entrar en la página web de un diario generalista de gran difusión, me ha asaltado la noticia de que el atleta sudafricano Oscar Pistorius - apodado “Blade Runner” por las prótesis de carbono que le permitieron competir en los 400 metros en los pasados Juegos Olímpicos de Londres- había sido arrestado por asesinar a su novia, la modelo Reeva Steenkamp, en su domicilio de Pretoria. El hecho de que un ejemplo de superación personal, con los ecos de su histórica gesta olímpica aún en los oídos, hubiera descerrajado dos tiros a su pareja se presentara como la primera información periodística en alcanzarme el Día los Enamorados suponía una macabra paradoja que debía contener algún tipo de señal. Por sí misma la historia reunía una gran potencialidad literaria, en especial por las primeras razones esgrimidas para el crimen: la confusión de la víctima con un ladrón que habría entrado en el domicilio de manera furtiva a altas horas de la madrugada. Aunque todo el mundo sabe que la vida se empecina en ser ridícula y en desafiar a la imaginación más pedestre, semejante absurdo como punto de partida habría hecho desconfiar incluso a una nulidad con lupa como el inspector Cloiseau. Para empezar, bastaba echar un vistazo a la tan malograda como escultural pareja de Pistorius para concluir que sólo una aguda deficiencia en la visión y no en la motricidad podría haberle hecho creer que se trataba de un asaltante. Además, ¿la víctima no tenía llaves del piso? De habérselas dejado, ¿no llamaría a la puerta o contactaría con él a través del móvil? ¿Cómo podría haberse colado dentro? De conseguirlo, ¿quién sale esgrimiendo una pistola de nueve milímetros en mitad de la noche y dispara a ciegas? Etcétera, etcétera, etcétera.
En manos de un escritor competente aquel motor de arranque habría dado para una novela de 300 o 400 páginas sobre si el atleta lo hizo o no lo hizo, una en la que Presunto inocente de Scott Turow podría haber servido de modelo. (En manos de un buen equipo de abogados, también podría haber dado para un nuevo caso O.J. Simpson, ese larguísimo y sangriento culebrón hollywoodense) Menos atenta a criterios artísticos y de entretenimiento, la realidad quiso que, al cabo de pocas horas, se desmintiera la hipótesis de un accidente para hablar ya de un asesinato premeditado. En un giro, esta vez sí que extremadamente dramático, un desafortunado percance o torpeza trágica se convertía en un crimen puro o salvaje ejemplo de violencia de género. De haber sido una novela, el foco de la narración se habría girado hacia la reconstrucción de los hechos, centrándose en la noche de autos o, abriendo el ángulo de cara a aprovechar los ribetes de historia sobre “el auge y caída de un héroe/ejemplo del triunfo de la voluntad”, dibujar el arco de la vida de Pistorius.
En cualquier caso, que esta noticia sea una de las más relevantes en el día de los corazones inflamados es un nuevo ejemplo de una reformulación de aquella máxima de Oscar Wilde de “que la vida imita al arte mucho más que el arte imita a la vida”, la cual vendría a ser: “la vida imita a la novela negra mucho más que la novela negra imita a la vida”. Dado que Woody Allen a su vez reformuló la frase de Wilde de esta manera: “La vida no imita al arte, imita a la mala televisión”, si consideramos lo burda que era la primera versión del asesinato cometido por Pistorius (la confusión), al hilo de la misma nosotros también podríamos re-reformular y decir: “La vida no imita a la novela negra, imita a la mala televisión”.
Fuera de este embrollo pseudofilosófico, lo más suculento del asunto es cómo entronca con la frase mil veces repetida de que la novela negra es la nueva novela social. Que esto ya se haya convertido en un lugar común no le resta verdad ni fundamento. De forma creciente, la actualidad se tiñe de negro y la ficción se detiene a analizar o a fabular sobre los motivos y consecuencias. ¿Significa esto que el índice de criminalidad alcanza cifras históricas? Si leemos el último libro del célebre psicólogo Steven Pinker, Los mejores ángeles de nuestra naturaleza, un detalladísimo estudio sobre la evolución de la violencia a través de los siglos, la respuesta es un No rotundo, vivimos, con diferencia (y pequeñas excepciones) en las sociedades más pacíficas jamás vistas. Ahora bien, los medios de comunicación generan una distorsión sobre la amenaza real que supone la violencia al nutrir a diario sus contenidos con mil manifestaciones diferentes de la misma, desde bombardeos a atentados, desde robos a secuestros….Con este crudo viento a favor navega la novela negra reflejando los hechos o dejándose inspirar por ellos o, en ocasiones, también sirviendo argumentos truculentos para que la realidad los haga carne (o cadáver).
Hemos empezado hablando de Petrosius porque era la noticia negra de la jornada, pero un repaso concienzudo a los contenidos de la versión física de ese mismo diario que, de forma temprana, reproducía los primeros y confusos datos del caso, encontrábamos un gran número de piezas periodísticas que confirman la marea negra que a diario se vierte con tinta sobre el papel de los periódicos. En este San Valentín y sobre la de ese periódico en concreto brotaban argumentos para novelas policíacas o thrillers tan explosivos como:
1. Un Papa que abandona su cargo en medio de intrigas, escándalos y labores de espionaje.
2. Un exagente de policía de Los Ángeles abatido tras dar muerte a cuatro personas.
3. La revelación de la identidad de un presunto espía del Mosad que se suicidó en una cárcel de máxima seguridad israelí.
4. Seis periodistas británicos detenidos por escuchas ilegales.
5. Un crucero que navega a la deriva por el Golfo de México desde hace cinco días tras un incendio en la sala de máquinas.
6. Un ex presidente de Maldivas refugiándose con nocturnidad y alevosía en la embajada de India en Malé.
7. Una red ilegal de espionaje a políticos catalanes.
8. Un ex tesorero que, tras dejar de prestar servicios a su partido político, sigue cobrando una asignación mensual, deducciones a Hacienda y cotizaciones a la Seguridad Social incluidas.
9. Siete imputados por la justicia que regularizaron 9,81 millones de euros acogiéndose a una amnistía fiscal.
Y lo dejamos aquí por no aburrir y porque sólo llevamos 16 de las 64 páginas que componen el diario. ¿No parece un acto de coherencia leer novela negra si vivimos y, por tanto, queremos entender, un mundo en que el polifacético crimen adquiere cada vez más transparencia?
En la próxima entrega hablaremos de El regreso de Driver de James Sallis. Un post, esta vez sí, sobre un autor y un título muy negros.