interior Blog Un crimen muy bello

Jóvenes, guapos y estafadores… en Venecia

17 junio 2021

Un crimen muy bello une por lo menos tres elementos que, en expertas manos literarias como es el caso, procuran una experiencia lectora sumamente gozosa: el delito, el arte y la belleza. Lo primero vendría dado por un intento de estafar al prójimo -vender unas piezas falsas por una estratosférica cantidad de dinero,- lo segundo, por estos mismos objetos pero también por la naturaleza de los individuos implicados (comerciantes de antigüedades, tasadores, coleccionistas y supuestos amantes y expertos todos en aquello que por su antigüedad y perfección resulta de un valor incalculable) y lo tercero por el escenario en el que se desarrolla el juego de seducción, engaño y apariencias, una Venecia que por su mezcla de historia, decadencia y majestuosidad y refinamiento estéticos parece existir para colmar nuestros sentidos. ¿Quizá hay algo más irresistible desde una perspectiva negrocriminal que un buen golpe tramado por mentes de gusto exquisito en un escenario arrebatador?

Christopher Bollen coloca a una joven pareja gay con más de un cadáver (¿simbólico?) en el armario planeando la acción llamada a granjearles una pequeña fortuna que les garantice empezar de nuevo en algún lugar lo suficientemente lejano y discreto como para quedar fuera de las garras de la ley. Su víctima es un presuntuoso y ricachón americano que pasa su jubilación en un palazzo veneciano -un representante de esa odiosa figura del expatriado con ínfulas intelectuales que cree saber más sobre Venecia que los locales- y con el que uno de ellos tiene una espina clavada desde hace mucho tiempo. Más allá de una confección al milímetro que empiece por sostener diversas mentiras de forma simultánea, el éxito de la empresa dependerá de tener la cabeza fría, moderar la ambición y la impaciencia, y confiar a ciegas en el otro. ¿Pero la juventud no nos hace precisamente proclives a un corazón caliente, a la avaricia y al pobre juicio, y a la inseguridad en materia amorosa?

Un crimen muy bello consigue algo tan infrecuente como que una historia tremendamente astuta en su concepción y que mantiene al lector en tensión en todo momento (¿hay interrogante más jugoso en el género negro, fuera de “¿quien mató a X?”, que descubrir si los protagonistas serán cazados o se saldrán con la suya?) no renuncie a una prosa muy elegante y evocadora, digna del embrujo que posee la Ciudad de los Canales en la que se desarrolla la historia. Pensemos en un discípulo de Francis Scott Fitzgerald poseído por el espíritu de Patricia Highsmith o Georges Simenon. Bollen consigue provocarnos taquicardia y deslumbrarnos en una misma página y en su novela tiene idéntico peso el trasfondo criminal como los interrogantes profundos acerca de cuestiones eternas como el amor, la clase social, la raza o el deseo. Que se prepare el lector para caer rendido a los pies de Nick y Clay, un par de temibles seductores, dos estafadores magnéticos, ¿qué dice moralmente de nosotros que deseemos que triunfe el inteligente y sofisticado Mal que representan (y con ecos evidentes del mítico Tom Ripley de Highsmith?

Un crimen muy bello no sólo se suma a la larga tradición literaria de estafas ambientadas en el mundo del arte -pensemos sin ir más lejos en Una obra maestra de Charles Willeford (RBA, 2020)- sino que pone un pie en esa otra que ha detectado en Venecia una trampa mortal para el foráneo bajo su cautivador manto arquitectónico, sus laberínticas calles y su glorioso pasado -de La muerte en Venecia de Thomas Mann a El placer de los extraños de Ian McEwan.

Antonio Lozano

Director de Serie Negra

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