Berna González Harbour es periodista y en la actualidad es la editora de Babelia, la revista cultural del periódico El País. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, ha estado vinculada desde sus inicios a la cobertura de noticias de Internacional. Ha sido corresponsal en Moscú, enviada especial en una veintena de países en conflicto y redactora jefa de esta sección. La información sobre el mundo, la política, los cambios sociales y el impulso de las mujeres son algunos de los temas que más le apasionan. También está muy implicada en los cambios que vive el periodismo con la revolución digital.

Amante de los libros y la novela negra, en 2012 se estrenó en el género con Verano rojo, donde presentó a su comisaria María Ruiz, y con el que obtuvo un buen reconocimiento por parte de la crítica y los lectores. Después de Margen de error, la segunda novela de esta saga en la que mantiene el pulso del suspense, regresa con Los ciervos llegan sin avisar (lee aquí el primer capítulo de la novela) en la que nos presenta a Carmen, una analista financiera que ve cómo su mundo se ha desmoronado en un país en plena crisis, que intenta cicatrizar su herida con la investigación de un extraño accidente sucedido hace más de dos décadas.

En Los ciervos llegan sin avisar nos presentas a Carmen, una mujer que lo pierde todo e intenta salir adelante. Como la comisaria María Ruiz, es una mujer fuerte, con miedos, pero valiente. ¿Cómo apareció este personaje y quién es para ti?

Carmen no es exactamente valiente. Es una simple directiva de un banco bastante perdida, como estamos todos, desarmada tras derrumbarse la vida social y el reconocimiento que su carrera y su eficiencia le habían procurado. Busca una grieta a la que agarrarse en la escalada. Y con las únicas armas de su curiosidad, de su necesidad de cerrar un asunto del pasado que quedó abierto, emprende una búsqueda. Ella no es una investigadora, solo pretende acercarse a la familia de la víctima del accidente para intentar transmitirles su testimonio. Pero por el camino descubrirá que todo es siempre mucho más complicado. La comisaria Ruiz sí es valiente, es policía. Pero Carmen es una persona normal. Perdida, desorientada, víctima también de sus incoherencias, una mujer que busca recomenzar. Y para ello decide desandar. ¿Que cómo apareció? Necesitaba un personaje más cercano a mí para afrontar a través de una novela una búsqueda que yo personalmente necesitaba hacer. Yo presencié ese accidente en 1992. Yo estuve allí. Yo traté a ese hombre. Y nunca pude saber quién era ni a quién dejó atrás. Eso me ha acompañado siempre y escribir esta novela ha sido mi forma de regresar.

La acción se desarrolla en un lugar cerrado, un pueblo del norte de España: ¿Pervive la llamada ‘España profunda’?

La España profunda es la única que pervive bajo el manto de la España superficial. Tras el sueño de riqueza ha llegado un despertar amargo: no somos tan guapos, tan ricos, tan listos, ni tan seguros como creíamos. Todas las certezas se han esfumado. Y la realidad sin maquillaje que se despierta del sueño es la de la España profunda, en el norte o en el sur, en el campo o la ciudad. Por eso mi novela ocurre en un lugar sin nombre.

A la crisis de la protagonista se suma la del propio país. ¿Fue esta crisis social y moral la que impulsó la novela? ¿No se puede separar el dolor individual del dolor social?

No sé hacer nada diferente a contar la realidad. Las heridas personales que sangran en las personas o en la sociedad me obsesionan, sí, y son la materia prima de Los ciervos llegan sin avisar. También la búsqueda de una esperanza. La esperanza está ahí, en recuperar la coherencia perdida, en la verdad, en hacerse mejor persona y acorralar a la locura y a la agresividad.

¿Podríamos definir esta novela como una novela negra y social?

Es más novela de personajes que de acción. Es más íntima, más sencilla que mi serie de la comisaria Ruiz en cuanto a trama, pero mantiene un hilo de suspense que la permite catalogarse como novela negra. Es negra y es social. Creo que es una novela especial.

También hay personajes que sufren una extraña forma de locura. ¿La crisis también está creando ‘enfermos mentales’?

Algunos lo llaman locura. A la señora menuda, un personaje clave de la novela, un personaje sin nombre, la llaman “la loca”. Está alienada incluso por su falta de nombre. Pero no es tal. Es la deriva comprensible de la gente ante el maltrato, la falta de expectativas y una vida limitada a cuatro paredes al final de una recta de un pueblo que encierra sus fantasmas. También podría haber sido en una ciudad. Como se dice Carmen en un momento, hay situaciones en las que la cordura es solo otro privilegio más.

En esta novela también hay amor y mucho desamor filial y en la propia familia. ¿Es el amor lo que nos salva?

Más que el amor nos salva la coherencia y el calor humano que ésta puede generar, y a ese calor humano podemos llamarlo amor, sí. Quería transmitir que, igual que la muerte, el accidente que presenció o los ciervos en la carretera, el amor también puede llegar sin avisar.

Los ciervos llegan sin avisar no es una novela negra, pero sí tiene parte de sus características. ¿Imposible abandonar este género que has transitado en Verano en rojo y Margen de error?

En esta novela me he alejado de lo policiaco hacia una vertiente de novela negra más íntima y social, tal vez gris. ¿Abandonarlo? No sé aún si quiero. No sé aún si podré.

¿Volverás con la comisaria María Ruiz?

Comisaria Ruiz: Sí. La comisaria Ruiz y yo tenemos unas cuantas cosas que resolver.

Lee el primer capítulo de Los ciervos llegan sin avisar

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