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El último disfraz de Bernie Gunther

01 febrero 2019

Para la que desgraciadamente se convertiría en una novela póstuma y en la última aventura de su detective Bernie Gunther en sentido cronológico (el cierre definitivo de la serie tendrá lugar en Metrópolis, un regreso a los orígenes profesionales del personaje), Philip Kerr escogió como título original Greeks bearing gifts, cuya traducción en sentido más literal vendría a ser Griegos entregando obsequios, y una de más pulida y literaria, Ofrendas griegas. Su origen hay que buscarlo en un pasaje de la Eneida en el que el poeta romano Virgilio (siglo I a.C.) muestra a Laocoonte, sacerdote de Troya, dirigiéndose a su pueblo para advertirles de una amenaza oracular: “Cuidaos de las ofrendas griegas”. Laocoonte se postulaba así contra la intención de los troyanos de introducir en la ciudad el gigantesco Caballo de Troya, depositado por los griegos a las puertas de la misma, al considerarlo un presente de buena voluntad con el que se rendía tributo a la diosa Atenea, gracias en buena parte a las artes manipulatorias de un espía griego llamado Sión. El mito, como todo el mundo sabe, acabaría dándole la razón al profeta pues de las entrañas del descomunal animal de madera saldrían las tropas que destruirían y tomarían la ciudad.

Kerr encuentra el modo de filtrar y actualizar el episodio mitológico en las páginas de Laberinto griego (su título en español), donde encontramos a Gunther trabajando como investigador para una compañía de seguros ubicada en Múnich, en el año 1957. Cuando un cliente presenta una reclamación por el hundimiento intencionado de un barco, nuestro hombre deberá viajar a Atenas, iniciando unas pesquisas que le conducirán a uno de los capítulos más infames de la Segunda Guerra Mundial: la deportación de los judíos de Tesalónica, la segunda ciudad más grande del país y capital de la región de Macedonia Central.

No destriparemos el argumento pero cabe adelantar que, en uno de los mejores prólogos que se le recuerdan al autor (un fenómeno en las aperturas de sus obras), se nos informa que Bernie Gunther se ha convertido en Christof Ganz, dentro de un proceso masivo de alteración de identidades y currículums en el marco de la nueva Alemania. Hablamos pues de la enésima mutación del ex policía de la Kripo, impulsado por el desafío constante de sobrevivir, primero al avispero nazi y luego a la purga de los que se vieron forzados a colaborar a la fuerza. Esto nos lleva a la feliz conclusión de que él mismo tenía algo de criatura mitológica, capaz de cambiar de aspecto una y otra vez con el fin de llevar a buen puerto sus planes. Ahora que sabemos que la muerte de su creador le impedirá seguir reinventando su biografía y que llega a su fin lo que parecía una infinita colección de disfraces, qué mejor que escucharle desgranar su última peripecia --igual que todos los ciudadanos de Troya debieron escuchar a Laocoonte-, siguiendo el consejo que nos lanza de buenas a primeras:

Como muchas historias, lo más seguro es que esta mejore considerablemente tomando un par de copas. Así que, adelante. Ponte cómodo. Tómate una a mi salud.

Antonio Lozano

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