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Un año con el diablo

08 agosto 2012

Interior. Noche. En un despacho se encuentran reunidos una editora que se las sabe todas, una experta en proyectos multimedia de fama mundial y un periodista de tres al cuarto. Sobre la mesa, entre montañas de libros y manuscritos, reposa una botella de whisky y tres vasos con dos cubitos de hilo a medio derretir en cada uno. El humo de los cigarrillos negros hace irrespirable la atmósfera y sólo deja entrever las siluetas de los ahí reunidos. La editora está de pie y de espaldas, mirando por una ventana en la que una lluvia racheada impacta contra sus cristales, revistiendo el momento de una melancolía que invita a pensar en los muertos y en los sueños marchitos. La editora se gira lentamente y con la mirada ausente de aquel que sabe que ha alumbrado una idea genial dice: “Deberíamos hacer un blog de género negro”.

A la experta en proyectos multimedia de fama mundial y al periodista del tres al cuarto se les para el corazón unos instantes. La primera logra salir de su asombro, apura su vaso de whisky y suelta. “Sí, podríamos llamarlo “Lo leo muy negro”. El segundo, aturdido entre una propuesta brillante y su guinda de ocho quilates, sólo acierta a pronunciar: “Ajá”.

Si le quitamos el whisky, los cigarrillos y la lluvia, así es como básicamente nació ahora hace un año este blog. Si el que esto firma tuvo algún mérito fue sólo a posteriori y ninguno mayor que encontrar una foto de encabezamiento en la que saliera razonablemente bien para no avergonzar a la familia. Desde un punto de vista conceptual, “Lo leo muy negro” fue posible gracias a las acertadas palabras de dos grandes hombres de letras. Por un lado, las que Shakespeare expresó en Macbeth tildando la vida de historia contada por un idiota, llena de ruido y de furia. Por otro, las recogidas por Giacomo Casanova en sus memorias Historia de mi vida: “Todo lo que choca en física sufre una reacción igual al choque, pero en moral la reacción es más fuerte que la acción. La reacción a la impostura es el desprecio; al desprecio, el odio; al odio, el homicidio”. Ruido, furia, idiotez, moral y reacciones en cadena. He aquí los ingredientes de un suculento plato negro.

Desde un punto de vista práctico, “Lo leo muy negro”, fue posible gracias a que si Dios lo ve todo, el Diablo lo toca todo. Es decir, el crimen es el quinto elemento, lo que ha permitido acercarse a él desde los más variados ángulos. Se ha podido recurrir a las fuentes más autorizadas de ayer (Chandler, Christie, Simenon) y de hoy (Lehane, Connolly, Rankin, Mankell), así como a los ocasionales con pedigrí (Poe, Bloch, Ambler) y a los estimulantes teóricos desde la periferia (Piglia, Banville) pero también se han encontrado sus huellas impresas en las revistas pulp de diez centavos, en los juegos de mesa (Cluedo), el cine (Shutter Island, El asesino dentro de mí, Chinatown) la televisión (Chalie Chan, Luther), la ilustración (Belarski). Rascando un poco vimos cuánto le debe el género al peligro amarillo, cómo Karl Marx lanzó una maldición que lo alimentará por siempre jamás y la importancia de una buena frase de arranque. En una entrada para coleccionistas extrajimos de una novela la receta del crimen perfecto a base de quesos y antidepresivos. Si la semana pasada un anuncio de comida rápida nos permitió entrar en la mente del asesino en serie, el futuro de la sección parece asegurado ya que la novela policíaca es un diccionario de esperanto con el que traducir la realidad que nos envuelve. Sin ir más lejos, hace escasos días leímos alborozados que un ¡musicólogo forense! había dictaminado que era efectivamente la voz de Michael Jackson la que canta desde su single de ultratumba. Qué maravilla que haya forenses para todo. Me parece tan milagroso como que haya habido comentaristas para muchos posts. A ellos, como a todos los lectores, gracias.

 

 

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