El 16 de enero llega a las librerías una de las grandes apuestas de la colección: Yo fui Johnny Thunders. Un libro que late a ritmo de rock&roll!

Johnny Thunders, por supuesto. Ante todo. “Ese cocodrilo de ojos tristes y amarillos que se ha comido a Johnny Thunders atrapa a Francis con la mirada. Es un niño encerrado en la casa de las golosinas, un animal castigado tras barrotes hechos de canciones de tres minutos”. La novela de Zanón parte con una magnífica recreación de uno de los conciertos de Thunders en la sala Magic a finales de los 80. Músico con indudable talento y figura influyente de la historia del rock, Thunders fue también un prototipo de perdedor —«Born to lose», sigue siendo su canción bandera y la que canta en las páginas de la novela—, protagonista de excesos dentro y fuera del escenario. Decadente, narcisista y heroinómano, Thunders falleció poco después de aquel concierto barcelonés, en 1991.

Pero Mr. Frankie/Francis va mucho más allá de Thunders y los New York Dolls. “Encuentra cintas grabadas por amigos con letras que reconocería en cualquier lado. Un batiburrillo ecléctico, sus vicios privados y sus virtudes fanfarronas. Juanjo y su fascinación por el doo wop. Flamingos, Jets, siempre Dion. La caja de Spector que le grabó Juan Antonio. Gene Vincent y New Order. Los Damned, los Only Ones, Buzzcocks y los Undertones. Singles de Derribos Arias, el «Cadillac solitario», los Parálisis, Decibelios, techno ochentero, Yazoo y los Human League, los Stones del Some girls. Ramones, Bowie, MC5, los Pistols, Golpes Bajos y Roy Orbison. Stray Cats, Iggy con o sin Stooges, Cramps, Quadrophenia y Going Underground. Lou y el Berlin, Lou y la Velvet, Lou y Lou. Eddie Cochran, los Dolls y Thunders solo, con sus fotos de ángel caído, de yonqui sensible, hijo de puta. Y es que están todos, piensa Francis. Todos los payasos. No falta ni uno. Todos ellos con todas sus payasadas. También los Pixies”.

La historia del rock en un párrafo. Que más adelante completa Zanón por boca de su protagonista. El rock de allí y de aquí: “Y los Stones de los setenta y Sabino deja a Loquillo y Frusciante a los Peppers y la guitarra de Johnny Marr que parecía una Rickenbacker de doce cuerdas con Morrisey hablando de un amor incompleto, imposible, de ángeles crueles, gordezuelos y quizás hermosos y Brando en el Bounty deseando morirse pero no pudiendo porque era un hombre de honor rodeado de hombres de honor y Willy DeVille maullando desde los tejados y John Milner y Thunders […]. Y Elvis cantando «Crawfish», y los Clash abriendo las piernas cuando se acercaban a los micros, y las partidas del millón, y las batallas en el Campo de la Bota y en el Martinenc, y la Gibson vibrando entre sus dedos y toda la fuerza de los Marshall detrás, dispuesto a invadir y arrasar el universo y tetas y coños y besos y espaldas y todo y nada, caótico, sin orden, sin causa y efecto, todo a la vez, todo porque sí, sin caras B, sin versiones alternativas”. 

Banda sonora de Yo fui Johnny Thunders

La lista de las canciones que Zanón cita —y Mr. Frankie/Francis hace suyas— es antológica de los 80, más allá de las que entonaron Johnny Thunders & the Heartbreakers, como «Born to lose», «Hurt me» o «As time goes by». La banda sonora de la novela incluye, por ejemplo, otros grandes temas de los 70 y 80 de rock norteamericano como «Try again» y “September gurls», de los Big Star; «Shake some action», de los Flamin' Groovies; «Train in vain», de The Clash, o The Ronettes cantando «Be my baby». Y, por supuesto, también referencias ineludibles del rock británico de la segunda mitad del siglo XX, como «There is a light that never goes out», de The Smiths; «In the city», de The Jam; «Sweet gospel music», de Prefab Sprout, o «Fairytale», de The Pogues. Con ellos, otras referencias norteamericanas más eclécticas, desde el mod de The Small Faces («All or nothing») y el power pop de The Raspberries («All by myself») a baladas como «Time after time», de Cyndi Lauper, o «Slow drain» y «Just your friends», del ecléctico Willy DeVille. Y no podía faltar, aunque más tardíos, los Pixies entonando «Debaser», «Tame» o «Monkey gone to Heaven», temas de Doolittle, su segundo disco. La banda sonora del rock y de nuestras vidas.

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